Nada tan propio como estar en casa, en ese sitio donde está bien ser, sentir, pensar y expresar lo que somos. En casa... Allí, por arte de magia, podemos encontrarnos con alguien desconocido que se convierte en compañero del camino por medio de las palabras. Para Juan Manuel, esto hace parte de los diálogos poéticos.

A ras de piso, soy un grito ahogado y una sonrisa ignota. Escala 1:  Me convierto en palabras que dicen, en versos que buscan, en poemas palomas mensajeras. Escala 2: Continúo en otro que pertenece a un mar desconocido bajo el mismo viejo cielo. Escala 3: Sucede el prodigio y las palabras entremezclan sus destinos. Para Freddy, el diálogo poético es… una plegaria respondida.

De cabo a rabo o mejor de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Mike hace una radiografía de los Diálogos Poéticos y... no se quedó con nada. Imagina una espina que traspasa su corazón y la sangre que tiñe la hermosa rosa roja, como en aquel cuento entrañable de Óscar Wilde.

Dialogar poéticamente con otro es abrir un libro para entrar en otro. Como dice Natalia, es navegar en un mar desconocido que te arriesgas a descubrir por medio de las palabras.

¿Qué es el instante si no aquello que está atrapado entre un antes y un después, cuya existencia a veces sobrepasa nuestros sentidos?

Las palabras sumadas unas a otras crean mundos, crean tu mundo. Si ya tienes un mundo hecho y no te agrada, borra, tacha, modifica... ¡reescribe! Siempre es tiempo de comenzar.

En muchas ocasiones, escuchamos el consejo de vivir en "el aquí y el ahora", pero no se nos ocurre cómo ni la ventaja que puede traer hacerlo, hasta que lo experimentamos por medio de los sentidos.