Diálogos poéticos: como en casa

Un, dos, tres, cuatro, me deslizo sobre el cuarto. Cinco, seis, siete, me pregunto que escribiré. Ocho, nueve, diez, parece que estoy al revés.

Creo que la experiencia del diálogo puede ser extraordinariamente diferente para cada quien. Puede consistir en dar vueltas y vueltas alrededor de un cuarto, mientras imaginas qué le escribirás, qué le quieres contar a tu escucha; puedes pensar también en su posible respuesta, o quizás no y tan solo quieras dejarte sorprender.

Puede significar salir de la rutina, dejar todo atrás y abrir la mente a todo tipo de sensaciones, colores y sabores. ¿Rincones de los orígenes? Tal vez. ¿Los brumosos corredores de la infancia? Puede ser. ¿La dicotomía entre conexión-desconexión? Quizá. Probablemente, haga parte de la cotidianidad que cubre mañanas, tardes, noches.

Para mí, el diálogo es algo completamente especial, algo que te hace decir “I don’t know, I don’t know, what  I’m doing here”, pero que al mismo tiempo te hace sentir en casa, en un lugar dentro de la consciencia donde está bien sentir y expresar, donde para nada existen las preguntas ni las explicaciones y además tienes la posibilidad de ir al lugar (si así es conveniente) de liberación de tu acompañante, un dialogante con el que vislumbras el camino, que tiene la palabra para ti y que aparecerá cuando así lo desees.

A quien me lea (persona, perro o gato, ¿por qué no?), te invito, con toda mi convicción, a que, si está dentro de tus posibilidades, hagas parte de este proyecto o experiencia o, como lo quieras llamar, que te lleva a explorarte, recorrerte y, así mismo, establecer un vínculo especial con otra persona, un vínculo entre dialogantes, entre confidentes, del cual no te arrepentirás y te encantará a tu manera.

Juan Manuel Cortés Jiménez