Arrugas

Las arrugas nos sientan bien. Por naturaleza, las tenemos o tendremos; y, sin darnos cuenta, expresaremos lo que somos a través de ellas... Las arrugas cuentan nuestra historia.
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Somos una gran tabula rasa, un gran lienzo sobre el cual se va pintando nuestra historia, con pinceles de distintos tamaños, pinturas de colores, espíritus variados.

Desde que nacemos, estamos imprimiendo en nuestra piel sonidos, imágenes, olores, sabores, texturas que irán constituyendo aquello que somos y vamos siendo.

El nacer

Efectivamente, se ve una luz al final del túnel. Se oyen voces y respiraciones agitadas. El mundo parece derrumbarse. El edificio se contrae y expulsa todo lo que guarda dentro. De improviso, alumbra un foco de luz potente, se acercan paredes de un blanco frío resplandeciente y, al dar un vuelco, todo está al revés.

Una sensación extraña en las nalgas no demora en aparecer, entre un chasquido, picoteos y ardor; luego un sonido chillón prolongado emergiendo de una boca, seguido de una tibieza singular que late en lo profundo de algo y rodea por completo… El pecho de una madre…

Y… a partir de ahí, las arrugas no dejan de aparecer…

El crecer

Vivimos con las emociones a flor de piel, literalmente hablando. Ellas emergen por nuestros poros haciendo su aparición en los sitios menos pensados. En la frente, aparecen algunas líneas horizontales cuando nos sorprendemos; alrededor de los ojos, cuando nos esforzamos por ver; en las ojeras, cuando hemos perdido algunas horas de sueño; en las sienes, cuando nos duele la cabeza; en el entrecejo aparecen líneas verticales cuando no comprendemos algo o creemos que poseemos la verdad; en las comisuras de la boca, cuando reímos incansablemente; en el mentón, cuando hacemos pucheros. Y en todo sitio expuesto, como en el cuello y en las manos, están presentes.

Particularmente, las manos llegan con sus propias líneas: la del amor, la de la vida, la de la mente, la del destino; eso dicen… Lo cierto es que muchas vendrán a escribir nuestra historia. Para que aparezcan, solo necesitamos vivir, sentir la vida.

El vivir

Siendo el órgano más grande del cuerpo humano, la piel alberga toda la vida recorrida y por recorrer.

Desde niños, cuando salimos del útero, aquel lugar tibio que nos recogía, y entramos a la vida, lo que vivimos se va tatuando en la piel. Las caricias, los golpes, las estaciones, los olores, las texturas… Todo lo que vivimos tiene una puerta de entrada: nuestra piel. Y ella… recuerda.

Cuando hemos estado más expuestos a la vida, más líneas de escritura tendremos; nuestro libro será más robusto. Entre menos nos expongamos, pues habrá menos que escribir y compartir.

Necesariamente, el volumen del libro no depende de los años que alcancemos, sino de nuestra voluntad e intensidad de vida.

Las arrugas nos vienen desde siempre y en un momento privilegiado, en el que recogemos nuestros pasos congraciándonos tanto con lo bueno como con lo malo, nos desplegaremos hacia la otra orilla, con el libro de nuestras vidas abierto, de par en par. Nada se perderá.

Ángela Yaneth Franco Silva