El presente: El instante total

¿Qué es el instante si no aquello que está atrapado entre un antes y un después, cuya existencia a veces sobrepasa nuestros sentidos?
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El instante es la exaltación del tiempo y también su caída. No acelera ni ralentiza. El instante es soledad culmen en el presente que pasa. Son contados los que lo ven en su ínfimo durar.

Pienso de nuevo en los papiros cargados con gotas de agua. La lluvia no la vi. Tampoco aprecié la gota rodar y engrosar a la siguiente hasta despeñarse de la hoja. El camino de las gotas del papiro hacia las profundidades de la tierra pasó inadvertido, como el pozo o manantial al que robustecieron en la sima de la tierra. El antes y el después no existen en el instante total, el instante es; el antes y el después no son; al menos, ya no son ni volverán a ser, así pensemos que la escena puede volver a repetirse. Acontecerá otra lluvia, otras gotas reposarán en otras hojas, en otras plantas, y arribarán otros ojos que quizá no las vean… La existencia del instante se ubica entre su nacer y su morir, en ese intersticio misterioso.

El instante total o la soledad del instante

Podemos considerar el instante como aquel momento en que algo ocurre en un tiempo y espacio determinados para no volver jamás. ¿No les ha pasado que cuando ven algo sin igual y llaman a alguien para que lo aprecie, “ven, ven, mira, pero rápido”, ya no está?

De igual manera, pasaba con mi madre. Mañana tras mañana acudía al botón para verlo abrir, ratico tras ratico que le quedaba libre. Cuando de pronto su deseo buscaba de nuevo el instante de la flor brotar, volteaba y ya había abierto. Ese prodigio no espera a ojos que lo vean, ni a los de una madre tan devota. Juntando sus manos, ella simplemente exclamaba: “Ya abrió”. Entonces, duraba un buen rato inmóvil contemplando la flor. Por su expresión, yo no adivinaba si estaba triste por no haber presenciado el nacer de la flor o alegre al verla recién nacida.

La confluencia de soledades se da en ese instante: el ser que se da y el ser que recibe sin más. Esa comunión, esa plenitud brinda alimento recíprocamente. El instante cobra vida al ser visto y quien lo percibe adquiere un sentido; de lo contrario, es inútil.

¿Cuántos instantes dejamos pasar sin verlos florecer? ¿Cuántos hemos atrapado y se encuentran inmortalizados en nuestra memoria?

El siguiente poema de Octavio Paz nos permite sentir a un hombre al que le acucia atrapar el instante. Leamos.

Octavio Paz ve, describe, precisa, apura sus palabras, descifra para, finalmente, atrapar el instante en la palabra.

En un instante
La quietud de un colibrí
Y el aire espera. 

Ángela Yaneth Franco Silva